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patetismo

Hoy está siendo un día de tremendo bajón anímico. Me he despertado tarde y enseguida he tenido que ponerme con las traducciones, trabajo tedioso y que parece interminable, sobre todo si se trata de webs. A partir del mediodía, desde que he dejado de tener reservas de azúcar en el cuerpo, he empezado a sentirme muy cansado y con sueño. Mientras trabajaba, sin dejar de beber agua, he estado pensando en lo insatisfecho que me siento con mi vida, en todos los niveles. Mi madre ha revelado unas fotos que sacó por vacaciones y me he visto feísimo en todas ellas, excepto una en la que salgo en la piscina de la casa de campo, en una tumbona flotante, que ha captado mi mejor sonrisa. En las demás me veo una extraña cara de retrasado. Identifico mi fealdad con el síndrome de Treacher-Collins.

Me paso el día mirándome las abdominales, perfectamente marcadas, y me pregunto si vale la pena tanto esfuerzo. Cuanto más tiempo invierto en mi cuerpo, menos éxito logro con las chicas y menos oportunidades tengo de dedicarme a otras cosas que me apasionan (escribir, leer). Por las tardes es una tortura estar pensando todo el rato en cañas de chocolate, rebanadas de pan de molde con leche condensada y bocadillos de chorizo con queso. Mi cuerpo ya ha digerido los carbohidratos y me pide más, y yo sólo voy a poder darle una tortilla, un batido de proteínas, una ensalada y pescado. O sea: nada de azúcar.

Se me ha pasado el susto por lo de mi gato Benito. La veterinaria le ha quitado el pus de la herida, la ha desinfectado y le ha puesto alrededor del cuello una campana. Mi gato aún no domina demasiado la técnica para caminar y orientarse con semejante armatoste en la cabeza, pero poco a poco se va acostumbrando. Mientras esperaba con mi madre en el veterinario, ha entrado una mujer mayor y de nulo atractivo junto a una chica cubana que en mi opinión estaba buenísima. Yo iba bien vestido, como siempre, aunque nunca me sirva de nada: mis nuevas zapatillas Puma de color azul, amarillo y negro, unos pirata tejanos Energie, una camisa Benetton blanca de manga larga, arremangada lo justo para darle el necesario toque de informalidad en agosto, y mis Ray-Ban, que no me he quitado de encima aunque ahí dentro no hacían falta, y a pesar de que fuera estaba nublado. Las llevaba por dos motivos: porque sin ellas me siento desprotegido, me da la impresión de que expongo más mi cara de retrasado, y porque creo que quedan bien con la barba de tres días que llevo ahora mismo. Por supuesto, antes de salir me he regado de Polo Blue de Ralph Lauren.

Me hubiera gustado hacerle de todo a esa cubana. Tenía un culo redondo y perfecto, y unos pechos no excesivamente grandes pero tampoco pequeños, absolutamente proporcionados con el resto del cuerpo. Iba vestida con tejanos y camiseta. Su rostro era exótico, y su piel mulata, pero afortunadamente sus facciones estaban mucho más suavizadas que las de la raza negra, porque entonces ni siquiera me habría fijado en ella. Me he dado cuenta de que al principio ella me lanzaba discretas miradas, mientras yo me preguntaba qué haría esta chica en mi pueblo, y la relacionaba con los puticlubs de carretera que lo rodean. No dejaba de hablar con su amiga, la maruja de atractivo cero, que le ha comprado un collar a su perro. He pensado que no me importaría pagar para acostarme con esta chica, sobre todo ahora que estoy tan necesitado de sexo. E inmediatamente me he puesto a pensar en mi probable viaje a Cuba. Uno de los motivos por los que me estaba planteando no ir, aparte de por mis problemas con Francesc, como expliqué ayer, es que inexplicablemente imaginaba a las cubanas como mujeres de agresivas facciones negras. Pero esta chica me ha hecho cambiar de idea. Eyacular en su interior debe de ser un placer de culminación semejante al de finalizar una obra maestra.

Y en fin, ahora unas abdominales y luego a cenar... una maldita ensalada y un insulso pescado. Me doy cuenta de que hoy no he trabajado casi nada. Estoy muy descentrado y no consigo trabajar en los textos mucho tiempo seguido. Mañana intentaré hacerlo mejor. Y con suerte, charlaré un poco con Jessi en el gimnasio por la mañana.

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