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patetismo

Me veo demasiado delgado. Antes mis pectorales y mi fortaleza física llamaban más la atención. Ahora la definición brilla por sí misma, especialmente en las abdominales. Pero no es lo mismo. A ver si veo a Sergio y me pasa su dieta para pillar volumen.

Más inseguridades sobre Jessi y sobre mi teoría de que no puedo gustarle a nadie. Sin embargo, me prometí a mí mismo que con ella, pasara lo que pasara, no iba a incurrir en el mismo derrotismo de siempre.

Un saludo a Breixo, que escribió un comentario hace poco a una entrada sobre Charles Burns. La verdad es que tengo más cómics de él por leer: el primer número de Agujero negro y El club de sangre, aunque me doy cuenta, con el paso de los días, de que El Borbah me ha dejado impresionado, sobre todo el carácter y el aspecto del protagonista. Me veo a mí mismo imitando sus giros verbales.

Un pensamiento recurrente en los últimos meses: fui muy feliz en mi infancia, sobre todo cuando estuve viviendo en Badalona, antes de mudarme a Barcelona. Aunque en Barcelona también. De alguna manera tiendo a desear para mí un paraíso personal que asocio con mi universo de entonces. Recuerdo que de niño me gustaba mucho dibujar. Incluso creé a varios personajes (uno de ellos era mi gata siamesa Belin). Sentía un gran bienestar dibujándolos a todos ellos juntos en una sola cama, durmiendo el uno junto al otro y bien cubiertos hasta el cuello por una sábana. También recuerdo con enorme placer las mañanas soleadas en el piso de Badalona, con mi padre recién duchado y dejando en todos los rincones rastros de su colonia, y el ordenador esperándome en el despacho con nuevos juegos para descubrir. O las lecturas de tebeos por la tarde, junto a un plato lleno de racimos de uvas.

Si me pongo a rastrear en recuerdos de este tipo, no pararía nunca. También estoy pensando con frecuencia en aquellas tardes de EGB ya en Barcelona, cuando contemplaba el cielo a través de las ventanas de la clase. Al salir, en otoño, el aire estaba cargado de olor a agua y a hojas. Todo por entonces era un mundo misterioso y nuevo, sin tantas implicaciones como ahora, mucho más ingenuo, con todo lo positivo que esta característica tiene.

Espero que no se trate de nostalgia, porque la considero un sentimiento absolutamente negativo, que impide avanzar. Pero quizá sí lo sea, o es simplemente que me gusta recrearme en la belleza de unos recuerdos que afectan a mis emociones. Reconozco que la infancia es uno de mis tesoros personales, y muchas veces en mis relatos he intentado transmitirlo, hasta el punto de repetirme una y otra vez y escribir cuentos calcados unos a otros.

Estos pensamientos se intercalan con reflexiones sobre la muerte y un terrible y profundo miedo hacia ella. Hoy he estado pensando en la muerte de mi abuelo, que ocurrió en diciembre del año pasado. Le diagnosticaron cáncer de pulmón en junio. En sus últimos días apenas era consciente de nada, a causa de la medicación. Murió abrazado a mi abuela, después de un breve ataque en el que parecía darse cuenta de lo que le ocurría: despertó de su sueño inducido por las drogas para tratar de decirle algo a mi abuela, sin ser capaz de hablar, tirándose del cabello con desesperación. Luego se volvió a dormir hasta que por último, murió. Lo hizo tranquilamente, y de hecho mi abuela, que se había quedado dormida a su lado, no se dio cuenta hasta bastante tiempo después.

Lo cierto es que me gustaría estar vivo para siempre, o encerrarme en un paraíso inquebrantable y mágico, como el de la infancia, donde esta percepción de la pérdida de la vida no existía, o simplemente no importaba.

Algún día hablaré de Andrés, que me llamó hace unas semanas después de diez años sin saber nada de él. Creo que le ocurre algo semejante pero de otra manera, ya que hace tiempo que se esfuerza para reunir de nuevo a nuestra clase de EGB en el colegio la Paz de Barcelona. Organizó una cena a la que no pude ir, porque estaba en Murcia, pero al parecer no fue demasiada gente y en septiembre habrá otra. De todas maneras tiene que llamarme para tomar algo los dos, así que ya contaré.

Y bueno, terminaré con mis nuevas investigaciones sobre Carl Rusk. Como ya dije, su primer grupo fue Mystery Machine, y después se pasó a Nashville Ramblers, con un total de dos canciones editadas entre los dos grupos. Pues bien, cuando él dejó Mistery Machine, el resto de los componentes formó otro grupo, The Tell-Tale Hearts, de garage y pop sesentero. Sólo tienen un LP, de 1984, de título homónimo, que por cierto acabo de escuchar y me ha parecido sensacional, dentro de su género. Pero no encuentro ni una huella creativa de Carl Rusk, ninguna canción que me recuerde a esas dos obras maestras.

Todo esto viene a que en una página web se habla de la reedición de un single de The Tell-Tale Hearts, cuya portada he puesto abajo. Y entre los componentes del grupo, la información pone que también está Carl Rusk. Y esto entra en contradicción con absolutamente todas las otras informaciones que he leído, de modo que creo que se tratará de un error. A ver si alguien de entre los múltiples lectores de mi blog me ayuda en este asunto que ya adopta matices detectivescos.



¿Alguno de estos melenudos será Carl Rusk? Me temo que no.

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