Blogia
patetismo

Está claro que me pierden los grupos desconocidos que sólo han sacado un single en toda su existencia. He descubierto en un recopilatorio una canción que me parece fantástica, Rich Girl, de un grupo de Inglaterra de principios de los ochenta llamado Bob & The Generals del que, como no podía ser de otro modo, no encuentro ningún tipo de información. Lo único que han dejado como rastro es esta canción, una sensacional mezcla de pop con superficiales adornos reggae, y extremadamente pegajosa. No sé qué fue de ellos ni si publicaron más discos (lo dudo), pero merecieron más.

Hoy esperaba encontrarme en el gimnasio a Sergio, ya que ha terminado el horario de agosto y se vuelve al de siempre. Pero nada, estaba la sala vacía y me he aburrido como una ostra. Entrenar con Sergio es muy reconfortante, me lo paso bien y encima trabajo el doble que si lo hago solo y en mucho menos tiempo. Él se toma las pesas muy en serio y gracias a sus consejos he podido mejorar bastante en relativamente poco tiempo (antes no sabía cómo llegar a tener las abdominales perfectamente marcadas; sus indicaciones bastaron para que ahora sean el orgullo de mi cuerpo). Además, las conversaciones con él -por lo general sobre chicas- son siempre muy divertidas e indicadoras de lo lejos que está mi mundo -en el que el sexo es infrecuente y difícil, dado que todo gira en torno a la baja autoestima- del suyo -donde relacionarse con chicas es algo inmediato y sencillo.

Otro debate íntimo solucionado: el viernes me voy a cortar el pelo, a pesar de que mucha gente me dice que me queda muy bien así. Sin embargo, no estoy acostumbrado a verme con el pelo largo. Me siento incómodo y feo, ya que me recuerda a mi adolescencia, cuando mis nociones sobre estética personal brillaban por su ausencia. Mis rasgos no habían adoptado aún solidez y yo me empeñaba en cubrirme media cara con el pelo, de tal manera que sólo se me veía nariz, una boca amorfa y unos ojos somnolientos y de tontaina. Para colmo, tampoco me preocupaba por la ropa y, encima, era tímido hasta extremos irritantes. Me sentía incapaz de dirigirle la palabra con normalidad a una chica, y cualquier experiencia con ellas, dados todos los factores anteriores, resultaba negativa y comenzaba a alimentar un brutal agujero de nula autoestima. Además tuve mala suerte, ya que muchas veces este tipo de experiencias no se limitaban a ser negativas, sino que alcanzaban la categoría de crueldad o humillación hacia mí. A partir de mi periodo de universidad -o quizá ya en COU- fui capaz de ir reconstituyendo una personalidad más firme, una idea más concreta de mí mismo ante los demás, lo que me hizo sentirme más seguro, o al menos mucho más que los años anteriores. Aunque he avanzado desde entonces, soy consciente de que no he superado muchos de mis temores de la adolescencia. Mis abundantes complejos y mi obsesión por mi aspecto físico son prueba de ello.

Algún día hablaré sobre estas humillaciones adolescentes. Pero como iba contando, he decidido cortarme el pelo el viernes y he llamado a la peluquería Basic para reservar hora. Al teléfono se ha puesto mi chica favorita del local: la limpiadora de cabezas. La encuentro tremendamente guapa, aunque su cuerpo es delgado y sin demasiado pecho. Tiene un rostro sensual y aristocrático, y disfruto cada vez que me masajea con sus dedos el cuero cabelludo. La verdad es que hoy me he excitado sólo con escuchar su voz, algo grave pero al mismo tiempo intensamente femenina -una especie de femineidad descuidada.

Cada vez estoy más harto de mi trabajo. Me aburre y me cuesta mucho concentrarme, con lo que últimamente traduzco a un ritmo muy lento. Lo que ocurre es que me da mucho dinero, aunque me obliga a estar todo el día delante del ordenador, con muy pocos espacios de tiempo libre. Me gustaría dejarlo y empezar de una vez con la novela.

Por cierto, ayer me peleé con mi padre. Pretendía cobrarme un euro por una de sus cuchillas de afeitar de recambio. Me fastidió que no fuera capaz de ayudarme, que tuviera problemas con él incluso para conseguir algo tan insignificante. El enfado me ha durado todo el día y parte de éste, aunque creo que me molesté más por la acumulación de actitudes de este tipo que por el hecho en sí mismo. Me entró una crisis de impaciencia y por la tarde estaba pensando en mudarme lo antes posible de casa. Tengo claro que una de las facetas de la personalidad de mi padre es el egoísmo. Muchas veces lo he visto actuar de una manera contraria a como él siempre dice que hay que comportarse; aplica leyes distintas para sí mismo que para los demás. Recuerdo que cuando descubrí esto me llevé un gran desengaño, teniendo en cuenta, como ya he dicho alguna otra vez, que desde pequeño siempre me ha marcado muy cerca en lo que respecta a mi comportamiento. No dudo en absoluto de que sus directrices fueran bienintencionadas, pero estoy convencido de que si me hubiera dejado más libertad, a día de hoy sería una persona más segura, con más fe en mis posibilidades. Aunque esto no es culpa de nadie, porque a fin de cuentas ser perfecto es imposible, y el papel de padre es algo demasiado complejo. Supongo que él siempre ha intentado hacerme mejor en aspectos que veía negativos para sí mismo, sin contar que eso podía repercutir negativamente de otra manera.

Pero bueno, ya queda poco para cenar. Y después, a seguir traduciendo.

0 comentarios