Blogia
patetismo

El viernes decidí que no tenía ganas de salir este fin de semana. No me apetecía hincharme de nuevo a cubatas y, además, tengo que entregar a mediados de semana una obra bastante extensa, por lo que quería aprovechar para trabajar. Por otro lado, María Rosa me envió un enigmático mensaje en el que me preguntaba qué tal estaba. Le respondí que muy bien y que teníamos que quedar algún día, pero ahí quedó todo. Ferran tiene razón al decir que a veces parece que María Rosa venga del más allá: de vez en cuando se manifiesta en una expresión unilateral y fuera de contexto, para a continuación desaparecer misteriosamente.

Sin embargo, he estado muy relajado en mi habitación, avanzando poco a poco en la traducción y fumando junto a la ventana, por la que ya empieza a pasar el reconfortante aire fresco de septiembre. He tenido a dos chicas en la cabeza: Jessi y Olga. Lo de Jessi es normal en mí: siento presión por lo que pueda pasar. Lo de Olga ya no lo es tanto. Volví a pensar en ella a raíz del encuentro inesperado con Dani el pasado fin de semana. Muchas veces la echo de menos y me entran unas ganas terribles de marcar su móvil y reaparecer en su vida. Pero casi inmediatamente aparecen de nuevo las sensaciones que me hicieron dejar de responder a sus mensajes, hasta que se cansó de mandármelos: la baja autoestima, sentirme continuamente despreciado, la percepción de "no ser suficiente". Todavía me dan ganas de patear -metafóricamente, claro- a Sergio cuando lo recuerdo junto a Manolo en aquel bar de estilo neoyorquino en Edimburgo, diciéndome: "Lo que yo creo que pasó es que a Olga nunca le entraste físicamente". En el fondo yo también había pensado siempre lo mismo, pero me irritaba que las cosas fueran así, que Olga no pudiese ver más allá conociéndome tal y como me conocía. Había una conexión perfecta, una sensación de intimidad absoluta desde el primer día que nos hablamos.

Todo fue degenerando cada vez más, hasta que me di cuenta de que no podía pasar más fines de semana encerrado en mi habitación y llorando. Me sentía fatal cada vez que quedaba con ella y volvía a casa muy consciente de que era una persona a la que nunca podría conseguir. De este modo, llegué a la conclusión de que lo mejor era no volverla a ver. Así se lo dije una tarde, por teléfono, de manera muy directa, y todavía recuerdo su respiración ansiosa y su enfado por incomprensión. Lamentablemente, no pude resistirme a sus correos electrónicos y a sus múltiples mensajes de móvil, porque seguía enamorado de ella, así que volvimos a quedar varias veces más, cada vez entre espacios de tiempo más alejados. Por último, cuando me di cuenta de que lo único que fundamentaba mi amistad hacia ella era la posibilidad de conseguirla enteramente -o todo, o nada-, dejé de inventarme excusas para pasar directamente a no responderle. Y ahí quedó todo. Hace dos años que no sé nada de Olga.

Soy consciente de que fui muy importante para ella, y de que lo tuvo que pasar mal cuando se dio cuenta de mi decisión de apartarla de mi vida. Lo hice por mi propia salud y también, por qué negarlo, por resentimiento: yo dejaba de darle lo que más valoraba de mí, mi amistad. Curiosamente, dejar de verla coincidió con una etapa de autoestima estable en la que me sentí apreciado por bastantes chicas. Y de hecho, fue a partir de ahí cuando empecé a frecuentar el gimnasio y cuando mi personalidad se transformó de alguna manera, cuando logré ser como quería ser en determinados ámbitos. Afiancé más mi autoconcepto personal, lo que me daba mucha más seguridad.

Hace dos días soñé que me reencontraba con Olga. Hablábamos en la mesa de un bar junto a una tercera persona, que no recuerdo. Me sentía afectado por un flujo de emociones descontroladas, provocado por la presencia de Olga. No pude evitar tomarle la mano, que ella aceptó, pero inmediatamente me di cuenta del error que cometía y la aparté, avergonzado. Ella reaccionó volviéndomela a tomar y apretando su frente contra la mía, en un gesto de cariño. Y entonces desperté, dándome cuenta de que, aunque a veces la echo de menos, la clara percepción de lo que son mis intereses personales va a impedir que alguna vez busque de nuevo a Olga o trate de revivir nuestra antigua relación.

0 comentarios