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patetismo

Por un día me apartaré de lo racional a la hora de tratar de explicar lo que me ocurre, más que nada porque necesito explotar de alguna manera y porque el desánimo me ha entrado, de manera paradójica, después de una ducha reconfortante. Para colmo, ni siquiera puedo escuchar música porque justo al lado de mi ventana se ha organizado un concierto para lo de las ferias, y hay un grupo de matados dando la brasa a todo volumen con Led Zeppelin y Jimmy Hendrix (siempre me he preguntado por qué los grupos de pueblo no son capaces de ir mucho más allá de estos nombres cuando se trata de tocar "rock de calidad"; ahora la gente chilla, patéticamente emocionada porque el grupo en cuestión ha empezado con Hey Joe).

Todo viene porque Jessi al final no me ha llamado. De acuerdo, asumo mi fracaso, de hecho no pasaría nada si esto fuera algo eventual, pero es que me he puesto a pensar y desde el año pasado este tipo de desenlaces extraños que no conducen a nada es lo único que me encuentro cuando me acerco a chicas que me gustan.

Todo empezó con Vero, en Granada, aunque debo reconocer que con esta chica me lo busqué yo solo, porque era de todo menos fiable. Viajé de Murcia a Granada, alquilé una habitación doble en un hotel y estuve con ella parte de la tarde -frotándonos y poca cosa más, porque tenía la regla y se negaba a hacerlo, aparte de una mamada y una masturbación que me supieron a gloria, eso sí. A las dos horas se fue porque tenía que acabar un trabajo de la universidad "inaplazable". Me dijo que como muy tarde estaría lista a las dos de la mañana, y que entonces regresaría para estar conmigo el resto de la noche y despedirme en la estación. El resultado fue que a las dos no sólo no apareció, sino que tenía el móvil desconectado y al día siguiente me quedé solo en la estación de autocares mientras esperaba el que me llevase de vuelta a Murcia.

El siguiente caso también ocurre en Granada, varios meses adelante, en noviembre. Voy allí a visitar a Iván y, de paso, quedo con Isa, una chica a la que había conocido en un pub a principios de febrero y que me había dejado un gran e idealista recuerdo, ya que además de simpática, físicamente correspondía por completo a mis preferencias: morena y con los ojos azules muy brillantes. Estuve con ella durante cuatro horas en un mismo local, y la conversación fue muy fluida y divertida. Al salir, me comenta por iniciativa propia que se lo ha pasado estupendamente conmigo, que le da la impresión de que me ha conocido desde siempre y que, si otra vez voy a Granada, me puedo alojar en su casa sin problemas, porque si ella tiene otros planes los anulará para estar conmigo. Como es lógico, salí bastante animado de aquella cita y además quedé con ella para el día siguiente. ¡Me las prometía felices! Al otro día llego a la hora convenida al sitio de la cita, y espero un cuarto de hora, media hora, tres cuartos de hora... Llamarla no sirve de nada, porque tiene el móvil desconectado. Estupefacto, vuelvo a casa absolutamente derrotado, sobre todo cuando recibo un mensaje de ella en el que me dice que lo siente, que no ha podido ir porque se ha quedado dormida pero que me vaya bien el viaje de vuelta y que ya sé que en Granada tengo una amiga. La vuelvo a intentar llamar, pero lo desconecta de nuevo.

Más casos: en Murcia conozco hace unos meses a dos hermanas de Argentina que residen en Valencia, Paola y Carla. Enseguida me siento muy atraído por Carla y busco la conversación con ella. Me parece una chica muy inteligente y muy guapa, y además me da la impresión de que conectamos. Me comenta que está pensando subir a Barcelona y yo le propongo que cuando venga, si quiere, se aloje en mi casa, y a ella le parece perfecto, e incluso me indica que la añada al messenger para estar en contacto. Cuando vuelvo a casa, hablamos varias veces por messenger hasta que ella me dice que por vacaciones va a ir con su hermana a unas playas de Valencia, y que si me apetece ir con ellas. Obviamente, me parece genial y así se lo digo. Pero pasa el tiempo y no la vuelvo a ver más por el messenger. Me entero por Iván -que las conoce- que ya han ido a esas playas y, encima, ese mismo día veo cómo Carla entra en messenger e inmediatamente desaparece, lo cual es clara señal de que me ha desadmitido. A continuación, la borro como contacto y ahí queda todo.

Más. Lo de Txell ya lo expliqué, así que para no aburrir más de la cuenta sólo diré para quien no sepa qué ocurrió que es más de lo mismo: ella me gusta mucho, me propone una cita, no puede acudir y luego no vuelvo a tener noticias.

Otros seudocasos, porque no me gustaban tanto como las otras, pero lo mismo a fin de cuentas: una chica que está de vacaciones en Inglaterra y que me llamará para quedar cuando vuelva -no lo ha hecho- y otra que incluso me pregunta cuándo podemos quedar, le propongo un día concreto y no vuelvo a saber de ella.

Y ahora... ¡Jessi!

Me convencí a mí mismo de que no debía ser fatalista, de que no tenía por qué salir mal como siempre desde hace un año y medio, ya que racionalmente no tiene sentido. Y sigo pensando que desde el punto de vista del sentido común los casos no guardan ninguna lógica entre sí, a no ser que de alguna manera mi personalidad deslumbre demasiado en un primer momento -lo suficiente para que ellas crean que tienen ganas de volverme a ver- para luego rebajarse en un plazo corto de tiempo desde que dejan de estar en contacto conmigo, lo cual las conduce a arrepentirse de sus propuestas. Porque lo que más me llena de incompresión es, precisamente, que en casi todos los casos son ellas las que me sugieren una nueva cita. Podrían callarse si realmente no les convenzo, porque así evitaríamos perder el tiempo y, sobre todo, yo no me quedaría con esta conciencia de maldición que tengo ahora mismo. Quizá es que blasfemo demasiado, pero no sé, de un tiempo a esta parte no soy demasiado supersticioso y creo que la realidad tiene mecanismos más sencillos. Aunque en este sentido, debo reconocer que, como habéis visto, ahora mismo me siento perdido.

Por cierto, chicas, si queréis proponer a alguien una cita para después desaparecer del mapa, habéis encontrado al hombre adecuado. Estoy deseando aumentar mi lista de casos, pues quizá en el Guinnes hay algún récord de estas características, y si no siempre podrían hacerme un hueco en El diario de Patricia entre todos los demás frikis, con un cartelito debajo que ponga: "Cuando una chica quiere quedar conmigo, sé que no la volveré a ver".

1 comentario

Gru -

Creo que estás demasiado centrado en tu problema de relación con las chicas y eso te hace sumergirte en un círculo vicioso.

Es lógico que te gusten, y dada tu edad (te imagino sin llegar a los 30), también está el imperativo sexual por medio, tan importante, lo que te desconcentra un poco de otras cosas.

Creo que no debes estar tan pendiente de las chicas ni de la opinión que puedan tener, sino mejorar la imagen que tú tienes de ti mismo a pesar de tu falta de éxito con ellas. En el momento en el que te importe menos la imagen que das a los demás estarás más suelto y relajado, y eso mejorará tus relaciones y también la elección de las chicas.

¿Te has planteado también si inconscientemente no eliges a un tipo de chicas que son un tanto "calienta..."? Porque de estas he conocido unas pocas. Si quieres te cuento.

Por otra parte, me gusta la sinceridad aplastante de este diario.