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patetismo

Retorno a la adolescencia babosa

Hoy estreno, por primera vez, un título en una de mis anotaciones. Pero eso sí, no podía ser más acertado. Me doy cuenta de que he llegado a un punto en que Jessi me gusta demasiado. Me veo incapaz de pasar de ella porque lo pasaría peor no viéndola que sabiendo que no la puedo tener. Hoy pensaba charlar con ella unos minutos, pero justo cuando salía ha entrado un monitor en el momento más inoportuno y se han puesto a trabajar juntos en el ordenor. Así que me he ido.

Si tuviera diez años menos, o si este blog fuera más cutre de lo que ya es por sí mismo, escribiría un párrafo como éste:

"Oh, estoy enamorado de ella, me muero por una de sus sonrisas, pero el destino es cruel. Sufro porque ella es mi alma gemela. Estaría a su lado cada uno de los minutos que me quedan de vida. La tengo dentro de mi corazón".

Dios, qué poco he cambiado desde entonces. Qué lástima. Siento las mismas cosas que cuando estaba enamorado de mi profesora de latín, Pilar Gómez. Obviamente, me veo con muchos más recursos -es que mi adolescencia fue un cromo. Pero recuerdo de entonces la misma tendencia adhesiva hacia alguien, lo cual me trae de los nervios.

No me he enamorado de demasiadas chicas desde que tenía quince años. Como ya he dicho, la primera fue mi profesora de latín. Me apreciaba mucho y me consideraba su mejor alumno, pero yo en aquella época era tan tímido que apenas podía dirigirle la palabra. El último día que la vi, me regaló un libro para hacer ejercicios de latín clásico. Ella tenía que verme como un friki acabado, semiautista, pero quizá era el único alumno que se tomaba con interés sus clases. Alguna vez conversamos, pero no sabía relajarme y mis palabras eran demasiado forzadas y sosas.

La siguiente chica, Maribel, ya me pilló con dieciocho años, pero no por ello el asunto fue menos patético, sino más. Pasaba de mí totalmente y yo, cuanto más me rechazaba, más me empeñaba en perseguirla. No tenía nada que ver conmigo y ni siquiera era demasiado guapa. Supongo que las hormonas me pedían enamorarme de alguien, porque no le veo otra explicación. Además, se trataba de una época penosamente insegura, fruto directo de mi horripilante adolescencia. No me veía con la capacidad de tomar una determinación hacia ningún lado. Y encima ella me dedicó algunas dolorosas y sinceras frases: "Te veo una persona débil, que te dejas pisar". Al final me aparté de Maribel después de todo un año de este tipo de ataques hacia mi autoestima, pero tampoco pareció importarle demasiado.

Y la siguiente fue Olga. Este enamoramiento es más importante y de otra categoría que el de Maribel. Olga fue mi mejor amiga durante cinco años y al final caí en sus redes. Estoy seguro de que ella se lo pensó seriamente, y de que incluso jugó con esta posibilidad -creo que si hubiera tenido más cara, podría haber logrado algo más-, pero ya estaba saliendo con un chico -del que estaba enamorada, aunque pasaba bastante de ella- y encima me veía demasiado poco para ella (recuerdo una de sus frases míticas: "Yo sólo me quiero liar con chicos que estén muy buenos"). Dejé de quedar con ella después de pasarme varios fines de semana en casa llorando. Ya no mantenemos ningún tipo de contacto -supongo que se cansó de que yo no respondiera a sus mensajes. Todo aquello supuso de nuevo un grave atentado contra mi autoestima, pero creo que la regeneración fue bastante positiva, ya que salí de allí con mucha más confianza en mí mismo y decidido a mejorar todavía más (fue la época en la que me apunté al gimnasio).

Y ahora... Jessi. Es la heredera directa de esta línea de fracasos. Es curioso, todas guardan en común que, aunque no les gustaba, me veían como un amigo genial. Curiosamente, esto sólo me pasa con las chicas de las que me enamoro. Por eso, durante toda mi vida los contactos sexuales con chicas han sido variados. Nunca he estado demasiado tiempo con ninguna, es más, creo que prácticamente todo han sido líos más o menos fugaces. La fórmula es simple: no gusto a las chicas que me gustan, y no me gustan las chicas a las que gusto. Oh, Jessi, qué ganas tengo de hablar contigo. Quizá puedas volver a decirme que soy como un ser asexuado y entrañable.

1 comentario

Gru -

Creo (y perdóname, es mi impresión personal y subjetiva), que deberías ser más malo. Eres inteligente y, por lo que he visto, tienes un cuerpazo. Un toque de cinismo, de burla, te vendría muy bien. Ciertas chicas necesitan sufrir la indiferencia para darse cuenta de lo que se pierden.