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patetismo

Está claro que me pierden los grupos desconocidos que sólo han sacado un single en toda su existencia. He descubierto en un recopilatorio una canción que me parece fantástica, Rich Girl, de un grupo de Inglaterra de principios de los ochenta llamado Bob & The Generals del que, como no podía ser de otro modo, no encuentro ningún tipo de información. Lo único que han dejado como rastro es esta canción, una sensacional mezcla de pop con superficiales adornos reggae, y extremadamente pegajosa. No sé qué fue de ellos ni si publicaron más discos (lo dudo), pero merecieron más.

Hoy esperaba encontrarme en el gimnasio a Sergio, ya que ha terminado el horario de agosto y se vuelve al de siempre. Pero nada, estaba la sala vacía y me he aburrido como una ostra. Entrenar con Sergio es muy reconfortante, me lo paso bien y encima trabajo el doble que si lo hago solo y en mucho menos tiempo. Él se toma las pesas muy en serio y gracias a sus consejos he podido mejorar bastante en relativamente poco tiempo (antes no sabía cómo llegar a tener las abdominales perfectamente marcadas; sus indicaciones bastaron para que ahora sean el orgullo de mi cuerpo). Además, las conversaciones con él -por lo general sobre chicas- son siempre muy divertidas e indicadoras de lo lejos que está mi mundo -en el que el sexo es infrecuente y difícil, dado que todo gira en torno a la baja autoestima- del suyo -donde relacionarse con chicas es algo inmediato y sencillo.

Otro debate íntimo solucionado: el viernes me voy a cortar el pelo, a pesar de que mucha gente me dice que me queda muy bien así. Sin embargo, no estoy acostumbrado a verme con el pelo largo. Me siento incómodo y feo, ya que me recuerda a mi adolescencia, cuando mis nociones sobre estética personal brillaban por su ausencia. Mis rasgos no habían adoptado aún solidez y yo me empeñaba en cubrirme media cara con el pelo, de tal manera que sólo se me veía nariz, una boca amorfa y unos ojos somnolientos y de tontaina. Para colmo, tampoco me preocupaba por la ropa y, encima, era tímido hasta extremos irritantes. Me sentía incapaz de dirigirle la palabra con normalidad a una chica, y cualquier experiencia con ellas, dados todos los factores anteriores, resultaba negativa y comenzaba a alimentar un brutal agujero de nula autoestima. Además tuve mala suerte, ya que muchas veces este tipo de experiencias no se limitaban a ser negativas, sino que alcanzaban la categoría de crueldad o humillación hacia mí. A partir de mi periodo de universidad -o quizá ya en COU- fui capaz de ir reconstituyendo una personalidad más firme, una idea más concreta de mí mismo ante los demás, lo que me hizo sentirme más seguro, o al menos mucho más que los años anteriores. Aunque he avanzado desde entonces, soy consciente de que no he superado muchos de mis temores de la adolescencia. Mis abundantes complejos y mi obsesión por mi aspecto físico son prueba de ello.

Algún día hablaré sobre estas humillaciones adolescentes. Pero como iba contando, he decidido cortarme el pelo el viernes y he llamado a la peluquería Basic para reservar hora. Al teléfono se ha puesto mi chica favorita del local: la limpiadora de cabezas. La encuentro tremendamente guapa, aunque su cuerpo es delgado y sin demasiado pecho. Tiene un rostro sensual y aristocrático, y disfruto cada vez que me masajea con sus dedos el cuero cabelludo. La verdad es que hoy me he excitado sólo con escuchar su voz, algo grave pero al mismo tiempo intensamente femenina -una especie de femineidad descuidada.

Cada vez estoy más harto de mi trabajo. Me aburre y me cuesta mucho concentrarme, con lo que últimamente traduzco a un ritmo muy lento. Lo que ocurre es que me da mucho dinero, aunque me obliga a estar todo el día delante del ordenador, con muy pocos espacios de tiempo libre. Me gustaría dejarlo y empezar de una vez con la novela.

Por cierto, ayer me peleé con mi padre. Pretendía cobrarme un euro por una de sus cuchillas de afeitar de recambio. Me fastidió que no fuera capaz de ayudarme, que tuviera problemas con él incluso para conseguir algo tan insignificante. El enfado me ha durado todo el día y parte de éste, aunque creo que me molesté más por la acumulación de actitudes de este tipo que por el hecho en sí mismo. Me entró una crisis de impaciencia y por la tarde estaba pensando en mudarme lo antes posible de casa. Tengo claro que una de las facetas de la personalidad de mi padre es el egoísmo. Muchas veces lo he visto actuar de una manera contraria a como él siempre dice que hay que comportarse; aplica leyes distintas para sí mismo que para los demás. Recuerdo que cuando descubrí esto me llevé un gran desengaño, teniendo en cuenta, como ya he dicho alguna otra vez, que desde pequeño siempre me ha marcado muy cerca en lo que respecta a mi comportamiento. No dudo en absoluto de que sus directrices fueran bienintencionadas, pero estoy convencido de que si me hubiera dejado más libertad, a día de hoy sería una persona más segura, con más fe en mis posibilidades. Aunque esto no es culpa de nadie, porque a fin de cuentas ser perfecto es imposible, y el papel de padre es algo demasiado complejo. Supongo que él siempre ha intentado hacerme mejor en aspectos que veía negativos para sí mismo, sin contar que eso podía repercutir negativamente de otra manera.

Pero bueno, ya queda poco para cenar. Y después, a seguir traduciendo.

Nuevo día de bajón anímico después de un estupendo fin de semana. Aunque el sábado por la noche no me apetecía demasiado salir, al final me lo pasé muy bien con David y Ferran. Estuvimos charlando un buen rato en el PK2, sin dejar de beber y fumar, e incluso me encontré a Dani, un compañero de la universidad al que hacía años que no veía. Tuvo que alucinar con mis tics -provocados por el exceso de JB con Red Bull, pero es que me encanta esa bebida- y por mi sinceridad en lo que le conté. Reconozco que he cambiado bastante desde que acabé la universidad, sobre todo en el aspecto de explicar cosas de mí mismo. Antes era demasiado reservado, y ahora estoy en el otro extremo. Me doy cuenta de que me gusta darme a conocer y generar confianza en los demás, aunque en un principio me cuesta intimar con gente desconocida. La verdad es que casi todo el rato le hablé a Dani de Olga; le dije que me había enamorado de ella, que a veces me pasaba fines de semana llorando y sin salir de mi habitación por no poder conseguirla, y tampoco me pude callar mis problemas de erecciones cuando estuvimos juntos en un hotel de Platja d'Aro. El caso es que me da igual todo esto, hubiera explicado exactamente lo mismo ante muchas más personas. Por el contrario, antes era muy celoso de mi vida privada.

Luego fuimos a Razzmatazz. Apenas estuvimos una hora porque cierran a las cinco en punto. De todas maneras, lo único que me gusta de Razzmatazz es parte de la música que ponen (muchas canciones me parecen auténtica basura), y además me parece un sitio sudoroso y sucio. Hace calor y los lavabos están encharcados de orina.

David acabó con una buena borrachera, hasta el punto de que me daba miedo que tomara el coche para ir a su casa. Le propuse un par de veces que viniera conmigo para no tener que conducir, pero me insistió en que no hacía falta, que podía llegar bien. Él vive en Castelldefels, así que entiendo que venir en tren a mi pueblo podía resultarle un engorro. Sin embargo, me sorprendió que estando a diez minutos de donde vivía Ferran, él no fuera capaz de proponerle a David lo mismo. Se calló como un condenado. Esto me ratifica en que Ferran me cae muy bien, no es mala persona, pero impone unos límites a su amistad que no me convencen para nada y que me impiden tomármelo muy en serio.

Y el bajón de hoy viene a que me siento inútil e incapaz de generar interés. Como siempre. Veo imposible que me ocurra algo positivo, especialmente en el asunto de las relaciones con chicas. Supongo que esto es una mezcla de la inseguridad que me generó la adolescencia, y que trato de superar como puedo, y de una sistemática mala suerte en mis acercamientos a chicas que realmente me han gustado. Sé que racionalmente no tiene por qué ser así, pero la sensación de fondo es que siempre va a salir todo mal. Es como una especie de focalización negativa de las cosas. Me gustaría ir a un psicólogo y comentárselo. David me dijo que Inma había estado yendo a uno muy competente y que podía pasarme el teléfono.

Creo que también me está poniendo un poco enfermo la web que estoy traduciendo ahora, y que trata de terapias psicológicas. Se habla de un proceso de afirmación de la persona que empieza a los pocos años de edad y que se alarga toda la vida. Muestra las consecuencias de superar los conflictos y de no hacerlo. Y vaya, me siento identificado con todo lo que implica no hacerlo. Menudo desecho de persona que soy.

Por cierto, ayer por la noche elaboré un pequeño esquema general de la novela que tengo en mente desde hace unos meses. Pero me doy cuenta de que escribir algo así es un trabajo excesivo, tengo que documentarme demasiado y dedicarle un tiempo del que no dispongo ahora mismo. Esto es otro motivo de frustración para mí, ya que no sólo no trabajo en lo que me gusta, sino que ni siquiera puedo dedicarme a ello poco a poco.

De ayer recuerdo especialmente tres cosas: primero, mi preocupación por mis dolores en el pene; segundo, mis pensamientos sobre Jessi, que no puedo evitar a pesar de que trato de no tenerla demasiado en cuenta, porque en realidad es muy pronto para llegar a ninguna conclusión; y tercero, el momento de intenso placer que pasé en mi habitación, durante un par de horas, leyendo cómics y absolutamente relajado en mi cama, por la noche, cansado después de haberme pasado toda la tarde en Barcelona. Esta mañana, al mediodía, ya me ha entrado la preocupación por las webs que debo acabar de traducir y porque creo que me he colgado demasiado, pero en ese momento mi gato Beni se ha subido a la cama -hoy refrescaba, mi cuarto es el más caluroso de la casa y Beni llevaba todo el verano sin dormir conmigo-, se ha puesto a dormir a mi lado y me ha contagiado la relajación, de tal modo que yo también he caído.

Esta noche vamos a ir a Razzmatazz, aunque a mí no me apetece demasiado. Ya contaba con que no íbamos a quedar y había hecho mis planes: salir a correr, ver una película, trabajar tranquilamente, leer cómics. Me molesta un poco la actitud de David en este sentido. Ayer decía que no iba a salir porque había quedado con Inma, pero que si nosotros íbamos a quedar que se lo dijésemos, porque si no "iría a su bola". Vamos, que me da la impresión de que sale con nosotros un poco como segundo plato, aunque me gustaría creer que no es así. Del mismo modo, ayer comentó que se va a ir a vivir de alquiler con un amigo, algo que antes habíamos hablado entre los tres, pero nuevamente ha cambiado de planes sin avisar, sin decir nada. Lo mismo que hizo en vacaciones. A mí no me importa porque ahora mismo mi último pensamiento es independizarme -aunque quizá me iría muy bien-, lo que nuevamente me molesta es que parece que con él no se pueda contar para nada, que si encuentra algo distinto o que le convenga más, va a olvidar todo lo anterior. No es que esto sea malo, sino que cuando acuerdas algo con alguien lo justo es mantener al menos un poco el compromiso. Si no, no lo hagas.

David llegará más tarde, así que me gustaría convencer a Ferran para que pasemos un momento por el Badlands, el bar en el que trabajaba mi antiguo compañero de trabajo Juan Carlos. Ponen una música estupenda y hay un ambiente muy tranquilo. Cerraban por vacaciones hasta el 27 de agosto, así que supongo que hoy ya estará abierto. Tengo ganas de ver a Juan Carlos, de que me cuente qué tal le va y de comentarle mis últimos descubrimientos musicales. Y de darle la razón en que After Murder Park es el mejor disco de The Auteurs.

Me gustan los artistas perdedores. Es decir, aquéllos que en el momento en que muestran sus obras son ignorados por todo el mundo, pero que poco a poco van haciéndose con un pequeño grupo de seguidores fieles que han sabido captar su grandeza. Por eso me apetece hablar de Josh Haden y de su grupo Spain. Sólo tienen tres discos, y de hecho desde el 2001 no editan nada. Pero es que por la tarde, después de salir a correr con mi padre, y con los niveles de azúcar inexistentes -empiezo a estar harto de la dieta-, me he puesto otra vez She Aunts My Dreams y he disfrutado de este disco como siempre.

Recuerdo que me lo pasó Juan Carlos cuando aún trabajaba en la empresa de traducción. De hecho, desde el primer momento me impresionó la belleza melancólica e intimista que transmitían sus canciones. Eran composiciones de alguien enamorado y desesperado, que sabía transmitir mediante el molde del arte todos sus conflictos. La belleza era el idioma con el que yo comprendía cómo se sentía su autor. Y encima, me encontraba en unas circunstancias personales parecidas. Estaba enamorado de Olga, mi mejor amiga desde hacía cinco años, y sentía la necesidad física de estar junto a ella, de ser para ella lo que ella era para mí. Olga, sin pretenderlo, logró que mis niveles de autoestima bajaran a unos niveles en los que ya hacía tiempo que no estaban (quizá desde la adolescencia), pero ahí tenía ese disco para acompañarme. Escuchar sus canciones era ver reflejada mi impotencia para conseguir mi mayor ideal, en aquel entonces Olga. Incluso la portada del disco es una imagen de ese sueño inalcanzable:



Se lo recomiendo a cualquiera. Es uno de mis diez discos favoritos de todos los tiempos.

Mañana hemos quedado con David. En un mensaje de móvil que me mandó hace poco ponía que tendríamos que haber ido todos a Ceuta, donde él ha estado de vacaciones. Me hace gracia, porque David se cargó las vacaciones que ya habíamos planeado desde hacía meses, y que consistían en alquilar entre los tres un apartamento en Murcia, junto a la playa. Tengo claro que nunca más voy a contar con él para planear ningún viaje, ya que le pierde su necesidad de tender hacia lo que sea más barato, sin que importe ninguna otra variable (tanto Ferran como yo sospechamos que se empeñó en cambiar a Ceuta porque un amigo le dejaba estar gratis en su casa). Al final se quedó solo en el viaje... y mañana supongo que nos explicará lo bien que se lo ha pasado y lo mucho que ha ligado. En fin, a veces me siento orgulloso de ser pasto de minorías.

Me veo demasiado delgado. Antes mis pectorales y mi fortaleza física llamaban más la atención. Ahora la definición brilla por sí misma, especialmente en las abdominales. Pero no es lo mismo. A ver si veo a Sergio y me pasa su dieta para pillar volumen.

Más inseguridades sobre Jessi y sobre mi teoría de que no puedo gustarle a nadie. Sin embargo, me prometí a mí mismo que con ella, pasara lo que pasara, no iba a incurrir en el mismo derrotismo de siempre.

Un saludo a Breixo, que escribió un comentario hace poco a una entrada sobre Charles Burns. La verdad es que tengo más cómics de él por leer: el primer número de Agujero negro y El club de sangre, aunque me doy cuenta, con el paso de los días, de que El Borbah me ha dejado impresionado, sobre todo el carácter y el aspecto del protagonista. Me veo a mí mismo imitando sus giros verbales.

Un pensamiento recurrente en los últimos meses: fui muy feliz en mi infancia, sobre todo cuando estuve viviendo en Badalona, antes de mudarme a Barcelona. Aunque en Barcelona también. De alguna manera tiendo a desear para mí un paraíso personal que asocio con mi universo de entonces. Recuerdo que de niño me gustaba mucho dibujar. Incluso creé a varios personajes (uno de ellos era mi gata siamesa Belin). Sentía un gran bienestar dibujándolos a todos ellos juntos en una sola cama, durmiendo el uno junto al otro y bien cubiertos hasta el cuello por una sábana. También recuerdo con enorme placer las mañanas soleadas en el piso de Badalona, con mi padre recién duchado y dejando en todos los rincones rastros de su colonia, y el ordenador esperándome en el despacho con nuevos juegos para descubrir. O las lecturas de tebeos por la tarde, junto a un plato lleno de racimos de uvas.

Si me pongo a rastrear en recuerdos de este tipo, no pararía nunca. También estoy pensando con frecuencia en aquellas tardes de EGB ya en Barcelona, cuando contemplaba el cielo a través de las ventanas de la clase. Al salir, en otoño, el aire estaba cargado de olor a agua y a hojas. Todo por entonces era un mundo misterioso y nuevo, sin tantas implicaciones como ahora, mucho más ingenuo, con todo lo positivo que esta característica tiene.

Espero que no se trate de nostalgia, porque la considero un sentimiento absolutamente negativo, que impide avanzar. Pero quizá sí lo sea, o es simplemente que me gusta recrearme en la belleza de unos recuerdos que afectan a mis emociones. Reconozco que la infancia es uno de mis tesoros personales, y muchas veces en mis relatos he intentado transmitirlo, hasta el punto de repetirme una y otra vez y escribir cuentos calcados unos a otros.

Estos pensamientos se intercalan con reflexiones sobre la muerte y un terrible y profundo miedo hacia ella. Hoy he estado pensando en la muerte de mi abuelo, que ocurrió en diciembre del año pasado. Le diagnosticaron cáncer de pulmón en junio. En sus últimos días apenas era consciente de nada, a causa de la medicación. Murió abrazado a mi abuela, después de un breve ataque en el que parecía darse cuenta de lo que le ocurría: despertó de su sueño inducido por las drogas para tratar de decirle algo a mi abuela, sin ser capaz de hablar, tirándose del cabello con desesperación. Luego se volvió a dormir hasta que por último, murió. Lo hizo tranquilamente, y de hecho mi abuela, que se había quedado dormida a su lado, no se dio cuenta hasta bastante tiempo después.

Lo cierto es que me gustaría estar vivo para siempre, o encerrarme en un paraíso inquebrantable y mágico, como el de la infancia, donde esta percepción de la pérdida de la vida no existía, o simplemente no importaba.

Algún día hablaré de Andrés, que me llamó hace unas semanas después de diez años sin saber nada de él. Creo que le ocurre algo semejante pero de otra manera, ya que hace tiempo que se esfuerza para reunir de nuevo a nuestra clase de EGB en el colegio la Paz de Barcelona. Organizó una cena a la que no pude ir, porque estaba en Murcia, pero al parecer no fue demasiada gente y en septiembre habrá otra. De todas maneras tiene que llamarme para tomar algo los dos, así que ya contaré.

Y bueno, terminaré con mis nuevas investigaciones sobre Carl Rusk. Como ya dije, su primer grupo fue Mystery Machine, y después se pasó a Nashville Ramblers, con un total de dos canciones editadas entre los dos grupos. Pues bien, cuando él dejó Mistery Machine, el resto de los componentes formó otro grupo, The Tell-Tale Hearts, de garage y pop sesentero. Sólo tienen un LP, de 1984, de título homónimo, que por cierto acabo de escuchar y me ha parecido sensacional, dentro de su género. Pero no encuentro ni una huella creativa de Carl Rusk, ninguna canción que me recuerde a esas dos obras maestras.

Todo esto viene a que en una página web se habla de la reedición de un single de The Tell-Tale Hearts, cuya portada he puesto abajo. Y entre los componentes del grupo, la información pone que también está Carl Rusk. Y esto entra en contradicción con absolutamente todas las otras informaciones que he leído, de modo que creo que se tratará de un error. A ver si alguien de entre los múltiples lectores de mi blog me ayuda en este asunto que ya adopta matices detectivescos.



¿Alguno de estos melenudos será Carl Rusk? Me temo que no.

Escribo después de haber pasado unos minutos sin parar de pensar. La vena del cuello me palpita. Creo que voy a morir dentro de poco, o en todo caso que no viviré demasiado. De una manera u otra, el cáncer se cebará en mí y pondrá fin a todo lo que he sido o a cualquier tipo de esperanza. Debo ir al médico enseguida y hacerme un examen completo. Me da la impresión de que mi cuerpo es como una especie de campo de minas que van a explotar en cadena en cualquier momento.

No puedo estar cada noche con las mismas preocupaciones. El glande me escuece cada vez que orino y la pequeña zona oscura, como ya dije el otro día, me parece gigantesca cada vez que la miro, aunque en otras ocasiones, cuando me tranquilizo, me resulta completamente normal. He pensado en la posibilidad de que sea una irritación por la cantidad de veces al día que voy a orinar (bebo unos seis litros de agua cada día), pero en el fondo estoy convencido de que será lo peor. He estado pensando en esos programas de tarde a los que van afectados de cáncer o desahuciados que afirman que son felices por poder vivir el día a día, aunque saben que no van a vivir más de cinco años. La probable posibilidad de que se trate de algo así me paraliza.

Lo malo del cáncer es que luchar contra él es algo incierto. Hay veces que la medicina puede ralentizar o incluso erradicar el proceso, pero no hay nada seguro. Puede generarse un cáncer que arrase tu cuerpo por muchos medios que se pongan para que esto no ocurra. Se trata de una lucha condenada a la incertidumbre, y que incluso una vez erradicada quizá vuelva a surgir en cualquier momento.

Hoy en el gimnasio bien, lo que ocurre es que no he dormido demasiado y estaba bajo de fuerzas, sigo adelgazando y encima un viejales hacía lo típico de los novatos que se apuntan para ir una semana y después desaparecer: realizar muchos ejercicios distintos en muy poco tiempo, con el curioso efecto de que suelen coincidir con las máquinas que tú vas a usar. Encima, este tipo las dejaba todas llenas de sudor y daba asco. Por otro lado, como monitor estaba el supuesto novio de Jessi, lo cual ha hecho que le diese vueltas al tema todo el rato. Si bien hablar con ella la última vez me dejó muy contento, ahora, con el paso de los días, lo estoy relativizando todo por si acaso, ya que en realidad apenas sé nada.

En el gimnasio hay una chica que me parece atractiva y que suele ir por las mañanas. Intentaré mantener una conversación con ella, algo que hace tiempo que he pensado, pero no lo hago porque si ahora voy tan pronto -a las once de la mañana- es porque en agosto cierran a la una y no vuelven a abrir hasta las cinco. A partir de la semana que viene iré como siempre, a la una, de manera que dejaré de ver a esta chica. Afortunadamente, quizá me encuentre ya con Sergio y así podremos empezar un entrenamiento de verdad.

Tenía ya ganas de hablar sobre Carl Rusk. Es un músico que descubrí a partir de un sensacional recopilatorio, Roots of Powerpop, lleno de grandes canciones de pop de finales de los setenta. En la cubierta de este recopilatorio se dice que su primer grupo fue Mystery Machine, en el que sólo editó una canción, She's Not Mine, y posteriormente formó Nashville Ramblers, con sólo otra canción más, The Trains. En la información se asegura que es lo único que editó en aquellos años, y a mí me parecen dos canciones excepcionales, llenas de una melancolía y una belleza melódica similar a las composiciones de los Zombies. Enseguida empecé a buscar información sobre él en Internet, más bien escasa, hasta que afortunadamente he encontrado su propia web personal. Al parecer sólo ha grabado un disco más después de esas dos canciones: Blue Period, que estoy buscando como loco. Me hace gracia la coincidencia: El periodo azul de Daumier-Smith, de J.D. Salinger, es mi relato favorito desde hace años, me gusta casi obsesivamente.

En fin, si por casualidad encuentro el disco, lo comentaré por aquí. Yo ya me considero un fan absoluto de Carl Rusk. Como me han hecho ilusión todos estos descubrimientos, pongo aquí un par de fotos suyas en su honor, sacadas del único lugar de Internet donde las hay (su web personal).



Aquí en actitud, uh... sospechosa.



Y esta foto está mejor: un grupo 100% new wave a punto para destilar canciones.

Ya que estamos en materia musical, aprovecharé para decir que me está encantando el primer disco de Joe Jackson, I'm a Man. Canciones pegajosas, breves y sin pretensiones, pero bien hechas, justo lo que a mí me gusta. Aunque el disco mantiene un buen nivel todo el rato, la canción It's Different for Girls me toca la fibra, me parece sorprendentemente buena.

Hoy me gustaría poder contar claramente lo que sucedió el sábado por la noche, pero no me va a resultar fácil porque ha llegado un punto en el que estoy muy preocupado por mi más que probable cáncer en el pene. Me miro cada dos por tres y me parece que el color levemente oscuro de la piel es cada vez más acentuado y que incluso adopta un pequeño relieve, pero soy incapaz de discernir si es todo obsesión mía o si realmente está creciendo. Así que mañana pediré hora para el médico y que sea lo que sea. Más vale enterarme a tiempo de las cosas.

Además, me aburro mucho con la obra que estoy traduciendo, larguísima y monótona. Parece que me encuentre siempre en el mismo punto y quizá me estoy confiando demasiado con el tiempo que me queda para entregarla. Este fin de semana no he trabajado lo que me hubiera gustado, pero la verdad es que a pesar de todo me lo he pasado muy bien.

El sábado por la noche quedamos Ferran y yo con aquella chica del messenger (a la que conocí en una época extraña de mi vida a partir de la página de contactos de match.com). Ella, María Rosa, apareció con una amiga, Eva. De María Rosa me sorprendió más que nada su altura. No estaba nada mal, pero ¡demasiada mujer! Al principio me parecieron las dos muy extrovertidas, incluso demasiado, ya que no bebían alcohol pero parecía que llevaran veinte cubatas encima. Yo empecé a funcionar a partir del tercer JB con Red Bull (mi bebida favorita ahora mismo) y enseguida le pedí a Eva que me enseñara algún paso de baile atrevido. Estábamos en un local, Monster, de la zona más gay del Eixample, y claro, casi todo eran tíos. Eva se apretó a mí y estuvimos bailando bastante tiempo y frotándonos el uno al otro. Mientras, comprobaba que entre Ferran y María Rosa no se despertaba demasiada química, pero lo único que se me ocurría para mejorar la situación era tomar más JB con Red Bull. Al final, cuando decidimos ir a Arena, yo ya iba como una moto y tenía ganas de agotarme bailando y de pasarlo lo mejor posible.

En cierto momento, cuando ya estaba muy mal, fui a la barra y enseguida tuve a Eva al lado. Me di cuenta de que no pedía nada, así que vi claro que estaba allí por mí y le pasé la mano por la cintura. Mientras hablábamos, se acercó María Rosa y propuso que nos fuéramos. Eran ya las cinco y media de la mañana. Salí de Arena esperando que los seguratas no se dieran cuenta de que llevaba un cubata -el último- en la mano, mientras con la otra apretaba a Eva a mi lado. Me retrasé con ella a propósito y estuvimos caminando durante mucho rato solos, porque Ferran y María Rosa iban adelantados. Habíamos quedado en Plaza Universidad, pero convencí a Eva para dar vueltas extrañas y así estar más tiempo juntos. Ella mostraba una personalidad bastante atípica, y esto me gustaba, aunque no dejaba de darme la impresión de que había bebido mucho cuando en realidad Eva apenas había probado el alcohol en toda la noche. Debo reconocer que me sentí muy a gusto a su lado, quizá más desde un punto de vista romántico e idealista. Al final llegamos a Plaza Universidad, donde estaban esperando Ferran y una María Rosa bastante impaciente, porque llamó al menos tres veces al móvil de Eva mientras estábamos llegando.

Le acaricié las piernas, la abracé, la pegué contra mí y la besé en los hombros -uno de mis lugares favoritos- y en los labios, pero nada más. A las seis tuvo que irse y nos cambiamos el número de móvil. Después fui a desayunar con María Rosa y Ferran. Al día siguiente notaba un poco de presión, ya que estaba confundido y temía que tanto llamarla como no hacerlo podía conducirme a algo indeseado. Hoy ya he decidido no llamarla, y no porque no tenga ganas de verla, sino porque no estoy seguro de que me apetezca una relación más sólida con ella y quizá un paso en este sentido podría ser un error. Eso sí, si nos volvemos a ver estaré encantado, de hecho me gustaría. De todas maneras ella tampoco me ha llamado.

Nada más por hoy. Sólo que si me diagnostican cáncer en el pene este blog sí que será realmente patético, más aún de lo que indica su nombre, porque se convertirá en el tipo de blog de enfermo grave que va explicando los pormenores de su situación. Ya me estoy imaginando anotaciones como: "Hoy he recibido la tercera quimioterapia en lo que va de mes y el médico me ha comentado que quizá la extirpación no sea total". Bueno, algo así llamaría mucho más la atención y es probable que este blog se llenara de visitas e incluso que yo pudiera sacar tajada de ello.

En fin, a seguir con la hipoglucemia materna.

El otro día vi la película Los Tenenbaum, y desde entonces me han entrado ganas de suicidarme mientras escucho Needle in the Hay de Elliot Smith. Menudo pedazo de escena! Quizá habrá gente que la encuentre pretenciosa o simplemente cursi, pero a mí me impresionó. Y bueno, el resto de la película es absolutamente recomendable, y encima la banda sonora está más que bien. Ya hace tiempo que idolatro a Ben Stiller y Owen Wilson, pero no me esperaba verlos en un drama con tanto sentido del humor.

La noche de ayer fue un poco extraña... Lo que ocurre es que los JB con Red Bull han ocasionado graves perjuicios en mis neuronas y soy consciente de que si me pusiera a explicarlo ahora no lograría afinar con las palabras como yo quiero. Y encima, ando hecho un lío. Así que esperaré a mañana.

Me estoy gastando demasiado dinero. Encima, mis padres cada vez se pelean más. Y para colmo, no dejo de pensar ni un momento en mi pene canceroso.

Lo de mis padres ha llegado a un punto que se me hace muy incómodo. Mi madre lleva toda la semana durmiendo en el despacho, y hoy, cuando he vuelto de Barcelona, les he escuchado discutir seriamente. Creo que mi madre tiene toda la razón del mundo en sus quejas. El problema de mi padre es que, sin ser en absoluto mala persona, tiende a jugar con el concepto de la culpa a la hora de recriminar las cosas que no le parecen bien o que le molestan por algún motivo. Es habitual entonces la palabra "decepción", los malos gestos, el "ya sabía yo que de ti no podía salir nada bueno", y todo esto con rostro de desprecio y desengaño. El objetivo es obviamente generar sentimientos de culpa, y yo creo que debo una buena parte de mi inseguridad a haber absorbido este tipo de reprimendas desde la infancia. Me da la impresión de que en ocasiones mi padre ha apretado demasiado las tuercas, me ha sometido a demasiada presión con respecto a mi forma de actuar, lo que debía hacer y lo que no.

Llega un momento en que eres capaz de analizar la situación distanciadamente, darte cuenta de este tipo de procedimientos y escapar de ellos, pero está claro que tantos años acaban dejando huella. Actualmente, cuando mi padre me sale con otra de sus escenas por alguna tontería, lo que ocurre es que me irrita que emplee una y otra vez la misma táctica y entonces me enfado y suelo contestar mal, porque me toca la fibra. Me molesta enormemente tener la impresión de haber cometido un crimen por cada cosa que a él no le parece bien, ya que creo que ésta ha sido una de las cosas que han hecho desarrollar en mí un excesivo sentimiento de culpabilidad y de autoexigencia. Como a lo largo de los años he logrado darme cuenta de la injusticia de algo así, no soporto ya este tipo de enfados y de ahí mis reacciones. Otra de las cosas que mi padre hace bastante es despreciar sin ningún motivo, dar una imagen negativa a los demás de mí mismo que se aleja mucho de la realidad. Hoy han estado aquí Manel y Mari Carmen, los padres de Francesc, y Manel me ha recordado -con razón- que mientras estuve en su casa de campo, Francesc y yo nos comprometimos a librar de matorrales una zona de tierra, pero se nos olvidó y al final no hicimos nada. Manel ha dicho esto en parte en parte en serio pero sobre todo en broma, y entonces mi padre ha aprovechado para hacer uno de sus característicos comentarios: "Qué ingenuo que eres por confiar en ellos para que hicieran algo". Creo que él no es consciente de lo mal que me sientan cada una de estas frases y de lo injusto que lo veo, ya que cuando me pide algo no dudo en hacerlo. Por ejemplo, el día de las elecciones generales, volví a las ocho de la mañana después de estar toda la noche fuera, fui a votar y después no me acosté hasta las dos del mediodía, porque quise acabar a tiempo una traducción que él mismo me había pedido, y no le exigí nada a cambio. Todas estas cosas se le olvidan e incurre una y otra vez en el lamentable discurso del desprecio vacío.

Sin embargo, no culpo a mi padre por esto, ya que sé por qué lo hace. Mi abuela es también así, actúa de esta misma manera -su arma es generar remordimiento- y con él lo consigue siempre. Mi padre, según creo, no es capaz de cambiar su forma de actuar porque la ha sufrido desde niño y porque todavía le afecta -estoy seguro de que se siente mal cuando mi abuela le llama por teléfono y le monta escenas, con lloros incluidos, porque hace un mes que no va a verla o cosas por el estilo. Y por otro lado, mi padre tiene otra serie de facetas excepcionales. Ahora sólo he contado una parte muy concreta de él, no he pretendido ofrecer una imagen negativa. Pero esta parte de su carácter me molesta mucho, pues a veces me da la impresión de que siente algún tipo de desapego hacia la familia (considerando como familia a mi madre, a mi hermano y a mí). Las quejas de mi madre van en este sentido. Y plantearle el problema, como intenta hacer mi madre cuando se pelean, no lleva a nada, se encierra en banda en su catálogo de desprecios y decepciones.

Cambiando de tema, cuando esta tarde mi madre me llevaba en coche a la estación, he escuchado una bocina frente a nosotros. He mirado y era Jessi, desde su coche. Me ha saludado con una sonrisa y yo le he devuelto el saludo, estupefacto. Me he mirado en el espejo desplegable, me he encontrado muy feo y me ha fastidiado que ella me haya visto así. Encima, estaba nublado y no llevaba las gafas de sol para protegerme.

Mañana por la noche he quedado con Ferran y una chica que conocí por messenger. Le he dicho a Ferran que se venga porque no conozco demasiado a esta chica y porque ella quiere ir al cumpleaños de un amigo suyo, y la verdad es que no me arriesgo a quedarme tirado en pleno centro de Barcelona a las tantas de la noche. Si la cosa no va bien lo más probable es que nos vayamos a Arena. Eso sí, espero que no me salga el tiro por la culata y Ferran me la acabe levantando.

Bueno, y ahora un mensaje para ti, querida Gru. Te digo en serio que creo que esto sólo lo lees tú, pero nunca me ha interesado el reconocimiento masivo, de manera que me parece estupendo que ya que sólo tengo una lectora, al menos sea de calidad ("I like it", para seguir con mi obsesión Rezillos).

A trabajar un poco más, leer el Sport y a la cama.

¿Por qué me gustan tanto The Rezillos? Quizá sea por sus estribillos pegajosos, aunque sin perder ni un ápice de su potencia rockera, porque me encanta la voz de Fay Fife, la cantante, y porque sus canciones, aunque sencillas -lo mejor de todo es que casi nunca pasan de los tres minutos- tienen una estructura trabajada y casi matemática. Me lo paso bien, siento placer escuchándolos. Además, Fay Fife -de nombre real Sheila Hynde- era por aquella época bastante atractiva, todo lo contrario de Poly Styrene (Marion Elliot), cantante y líder de X-Ray Spex, con un disco que me gusta bastante, Germ Free Adolescents. Sin embargo, ella era un poco horrorosa.

Y hablando de canciones de tres minutos: nunca me había molestado en escuchar a The Raveonettes porque los consideraba otro grupo semejante a esos nuevos "salvadores del rock" como The Strokes, The Libertines y gente por el estilo. Pero el otro día me dio por escuchar su último disco, The Chain Gang of Love, y me pareció sensacional si buscas canciones breves con distorsión, de surf y pop a lo Spector o a lo Brian Wilson, es decir, lo mismo que hacía Jesus and Mary Chain. De acuerdo, no tienen ninguna originalidad, no van a marcar época, pero me da igual. Me gustan. Eso sí, su EP previo, Whip It On, es bastante soporífero.

Y para hacer que esta nota sea totalmente musical, recomiendo encarecidamente otro disco fabuloso: New Wave, de The Auteurs. Me encanta ese pop intimista, de voces casi susurrantes y bellas melodías.

Antes de empezar con la anotación de esta noche, debo hablar de Gru, una chica que me cae muy bien no sólo porque probablemente sea la única lectora de este blog, sino porque con cada uno de sus comentarios logra subirme la autoestima. Y encima, ella escribe otro blog, titulado grullas, en el que por fortuna va más allá de mis habituales pajas mentales y suele combinar retazos de experiencia personal con reflexiones, sentido social y un refinado estilo lleno de lirismo.

Guau! Esta tarde, cuando había terminado de hacer los ejercicios y de desgastarme en la bicicleta, he salido dispuesto a hablar con Jessi sin importarme quién hubiese a su lado. Y estaba sola! He notado su interés enseguida, y de hecho ha sacado un cigarrillo y ha salido conmigo fuera a fumárselo, mientras charlábamos. Hemos estado hablando unos veinte minutos y nuevamente he notado que se acerca mucho a mí y me toca bastante, aunque esto no sólo no me importa sino que me gusta, y por otro lado es probable que lo haga por propio carácter, que sea así con todo el mundo. Lo cierto es que me cae genial, me parece una chica muy interesante en todos los sentidos. Y al final me ha propuesto que quedemos cuando ella vuelva de sus vacaciones. Me ha parecido genial, pero ha incluido a su amigo Cristiá, que parece buen tipo por lo poco que lo conozco, pero de esta manera me hace dudar nuevamente sobre el tipo de atracción que le suscito.

Me ha dado su móvil y he vuelto a mi casa muy satisfecho. Pero enseguida he empezado a darle vueltas a la escena. Por un lado, tenía la perspectiva de que había sido tan fluido y divertido tanto para mí como para ella. Pero por otro, ha empezado a salir mi lado más autocrítico y poco a poco he empezado a convencerme de que le he tenido que parecer tonto, soso y feo, las tres cosas a un tiempo.

Lo que me encanta de todo esto es que cuando hablo con ella me libero de presiones de autoimagen de todo tipo. No me da por pensar lo habitual, frases del tipo: "Debe de pensar que tengo cara de subnormal". Eso me ocurre luego en casa, pero en lo que es la conversación en sí, me noto muy suelto. Jessi me ha visto en mis condiciones físicas más lamentables: con el pelo graso, sin afeitar, con ridículos gestos de esfuerzo; así que no me va a ver peor de lo que ya me ha visto. Es cierto que esta tarde me ha dado un bajón, y esta noche todo se ha agravado porque me ha dado por pensar de nuevo en mi más que probable tumor en el pene, mientras estaba tumbado en el sofá leyendo un libro que comentaré dentro de poco. No sé si el escozor que noto es sugestión o si realmente tengo algo, y esto me pone de los nervios, sobre todo en una época en la que queda poco más de un mes para viajar a Cuba. Cuando más turbios se habían hecho mis pensamientos, he escuchado el sonido del móvil. Era un mensaje de Jessica, que me respondía al que le he enviado yo por la noche para darle mi número. Me ha gustado mucho y me ha producido un efecto de subidón en el ánimo, porque ha respondido de la mejor manera que yo hubiera podido imaginar: hasta me ha llamado guapo! Y ahora me debato otra vez en la duda sobre si le gusto o si simplemente le caigo bien y ella es así de simpática con todo el mundo, y todo esto salpicado por una continua preocupación por mi cáncer de pene (a veces creo que me está empezando a subir la fiebre y que no voy a poder follar nunca más sin dolor, lo cual hace que me dé mal rollo incluso la idea de masturbarme).

En fin, mañana tarde de relax, porque he quedado con Ferran y seguro que me paso por Continuará para comprar más cómics. Y para rematar el día antes de seguir trabajando, una canción más de las que me encantan: Top of the Pops, de The Rezillos. Popera, divertida, variada y, encima, no llega a los tres minutos. Lo tiene todo!

Esta mañana no he trabajado nada. En cuanto me he despertado y he tomado el desayuno, me ha entrado sueño de nuevo y me he quedado media hora dormido. Y entonces han llegado los padres de Francesc, que están de visita por Barcelona y van a quedarse hasta mañana. Como mis padres aún estaban trabajando, me he quedado con ellos charlando e incluso me he comido una fruta confitada de Zaragoza, de lo cual ahora mismo me arrepiento.

Ayer por la noche me dio un ataque de hipocondría. La verdad es que la obra que estoy traduciendo, sobre problemas lingüísticos asociados a lesiones en el cerebro, me está provocando un efecto sugestivo que me conduce de nuevo a mis obsesiones sobre la muerte y el estado de salud. Me da la impresión de que la salud es algo fútil que puede torcerse en cualquier momento. Y el problema es que desde hace una semana, cada vez que eyaculo siento un pequeño escozor en el glande. Ayer me parecía notar escozor en los genitales, aunque en realidad no sé si atribuirlo a algo auténtico o a mi propia sugestión. El caso es que empecé a buscar información sobre problemas en el pene, y tras descartar alguna infección de la uretra o del glande me fui directamente al cáncer de pene. Aquí empezó el problema, porque me examiné el glande y caí en la cuenta de que desde hace unos meses una parte de la piel me parece de un color un poco más oscuro que el resto, pero no le había dado importancia porque no me dolía. Empecé a buscar información en páginas sobre este tipo de cáncer, y lo que pude leer me alarmó, sobre todo porque esta frase aparecía una y otra vez:

"Si el tumor es muy extenso puede ser necesaria la extirpación completa del pene".

Y para acabar de arreglarlo, me metí en Google y en el buscador de imágenes puse "cáncer de pene". Y las imágenes que salen son realmente terribles y repugnantes. Me veía a mí mismo con un pene tumefacto lleno de bultos con pus, consciente de que la única solución era quedarme sin pene, la extirpación total, la completa ausencia de placer sexual en el resto de mi vida.

Me entraron unas ganas tremendas de llorar y el corazón me empezó a funcionar pasado de revoluciones. Fui al despacho, donde estaba durmiendo mi madre, y revisé la enciclopedia médica, aunque el cáncer de pene es tan poco frecuente que ni siquiera salía citado. Necesitaba comunicar mi angustia, así que desperté a mi madre y le expliqué todo el problema. Mi madre se rió y poco después me dijo que le dejara dormir, que todo eso era una tontería. Me enfadé, me metí en la habitación y ya me fue imposible concentrarme en el trabajo. Envié varios mails de consulta a páginas médicas y tomé la determinación de pedir hora al médico en cuanto me despertase.

Pero hoy me he levantado más tranquilo. Creo que esperaré un poco más, al menos hasta la siguiente crisis. Lo malo de tener cáncer de pene es que, además de que me parece algo muy ridículo, se trata de una putada en toda regla.

He estado viendo la serie Aquí no hay quien viva antes de ponerme a trabajar. Me parece muy divertida e ingeniosa (todo lo contrario de la previsible y facilona Siete vidas). Y aunque me gusta verla, al mismo tiempo siento una especie de dulce melancolía porque de alguna manera refleja lo que es mi ideal de vida desde que soy un niño. Dos de los habitantes del edificio son una pareja. Siempre he deseado vivir con mi pareja en un piso de la ciudad, en un ambiente bañado de intimidad y nocturnidad, con un amueblado moderno y sencillo. Así pues, ver que hay una pareja en la serie que vive como yo siempre he querido vivir me produce, por un lado, una satisfacción indirecta y, por otro, una gran decepción al comprobar lo lejos que estoy de algo así.

Y es que cuando veo algo que parece seguro, yo mismo me empeño en eliminar cualquier esperanza. Ayer expliqué el caso de Marta Watling. Mientras veía la serie, hoy he recordado algo que me ocurrió con una chica que se llamaba Sonia, este verano en Murcia. Yo estaba en la centralita del 112 haciendo compañía en el turno de noche a Francesc. De repente llegó Lorena (la gitana) con esta chica, que era rubia y de cara refinada, con gafas de pasta. Se conectaron a Internet y pasaron de mí completamente, hasta que me cansé y decidí quitarme la camiseta. Entonces la actitud de Sonia cambió de manera radical. Recuerdo que empecé a acercarme a ella mientras hablábamos, y me situé estratégicamente justo debajo de la luz de un fosforescente, para que se me remarcasen más aún las abdominales. A partir de ese momento Sonia no dejó de hablar conmigo, y me hacía gracia el hecho de que su vista se desviaba todo el rato hacia mi vientre. Nos despedimos y al día siguiente por la noche volvimos a vernos. Entré con Francesc a una terraza, y Sonia se acercó a nosotros.

Nos dio dos besos a cada uno. Estuvo hablando de manera que daba a entender que nos incluía a los dos en la conversación. Y por último nos invitó a sentarnos en la mesa en la que estaban sus amigas. Más tarde, en el Ritmo, entró con la gitana y las dos empezaron a bailar a nuestro lado. Sonia se puso exactamente junto a mí, pero yo ni siquiera la miré. Y al cabo de unos minutos se fue. No le dije nada.

No actué así por timidez, sino porque en realidad no la había reconocido. Sin las gafas de pasta, y con el pelo suelto, parecía otra persona. Más tarde Francesc me dijo que era ella y a mí me fastidió mi extraño sentido de la realidad. Probablemente Sonia pensó que yo no estaba interesado y que por eso me desentendía cuando se acercaba a mi lado. Por supuesto que me hubiera liado con ella, pero lamentablemente no me enteré.

Con Jessica me ha pasado algo parecido esta tarde, como ya he contado antes. Creo que me habrá visto muy nervioso y patético. Soy especialista en negarme incluso a las chicas que se me ponen a tiro. Como aquella vez que María, una solicitada chica del pueblo, se ofreció a llevarme en coche a casa cada día desde la estación, sin conocerme de nada, y después de una semana me ignoró porque no fui capaz de actuar en ningún sentido ya que, como siempre, estaba convencido de que yo no podía gustarle. Cada vez que cuento esto, genero expresiones de incredulidad.

Para acabar esta nota con algo más interesante, diré que estoy leyendo El Borbah, un cómic de Charles Burns, y que me está gustando mucho su originalidad, la agilidad de su narración y el carisma del protagonista (un tipo gigantesco y fofo con una ridícula máscara de lucha libre mexicana). Por cierto, en los días de verano que estuve en Murcia no dejé de escuchar una y otra vez la canción I'll Get Lucky, de The Plimsouls, exótica, rockera y popera al mismo tiempo, y que me encanta porque sintetiza la imagen misteriosa que yo mismo guardo de los años ochenta tal y como los viví en mi infancia. De hecho, me gustaría que esta canción fuese la banda sonora del que será mi siguiente relato, si logro terminarlo algún día: El club Cairo. Si llega ese momento, espero sentirme tan imbatible como cuando terminé El ladrón de melodías. Algún día hablaré de este último relato.

Pero bueno, debo volver a las afasias... ahora en el caso del Alzheimer.

Hoy sí he visto a Jessica en el gimnasio, ya que he ido por la tarde y parece que ha cambiado su turno, pero ha sido patético. Agustín ya me estaba esperando, y una vez más me doy cuenta de que entrenar con él no me permite ir en serio, porque enseguida se cansa y quiere irse. Sin embargo, me ha ayudado a hacer varias series, pero no he podido dedicar un poco de tiempo a cardiovasculares. Mejor: tengo la rodilla derecha tocada desde el viernes y me duele al pedalear, así que esta semana debería tomármelo con calma.

El tema de Jessica es complicado porque todavía no sé si tiene novio. Y si lo tiene, sé quién es. Desde que le propuse quedar para tomar algo he notado que me presta mucha más atención, incluso muchas veces me busca para hablar. Al despedirme hoy de ella, me ha mirado de una forma que, de no tener yo estas dudas, me habría convencido de que le gusto. El problema es que a veces ronda por ahí un monitor alto y delgado que se acerca mucho a ella -el principal sospechoso de ser su novio-, y hoy estaba, así que me sentía un poco extraño. Al salir de la puerta Jessica me ha dicho: "Hoy no te he visto!". Y esto me ha sorprendido porque el tipo en cuestión estaba justo al lado y yo me he puesto nervioso. He dicho cuatro paridas inconexas y me he despedido, sin ningún tipo de gracia.

Mañana será su último día antes de irse de vacaciones. Iré por la tarde y aunque esté ese monitor por ahí, me acercaré a hablar con ella. Al menos parece que le caigo bien. Y ella es guapísima y tiene un cuerpazo tremendo, y encima usa un perfume que me encanta: ácido y dulce al mismo tiempo. Me gustaría saber cuál es.

Otra decepción: peso demasiado poco. 63 kilos. Aun así, estoy muy fibrado y todos me dicen que se me ve "cachas". Me fastidia: yo quiero pesar 80, al menos. Pero sin perder las abdominales, aunque soy consciente de que en cuanto cambie mi dieta a otra para ganar volumen, será lo primero que desaparezca.

Una chica ha comentado uno de mis blogs anteriores y me ha aconsejado que tenga más seguridad en mí mismo. Ése es el problema. Últimamente me siento demasiado poco para todo: no creo que valga la pena ni físicamente ni intelectualmente, me parece que mi interés como persona es bastante nulo. Es como esa frase de "prefiero a los feos y simpáticos que a los guapos y sosos", que me hace mucha gracia, porque ¿qué pasa si eres feo y soso? Te jodes.

La canción a la que ayer hacía referencia se llama Viendo el tiempo pasar, con un estribillo arrebatador: "Tú ya sabes lo que siento por ti, tú ya sabes lo que espero de ti". Este disco es fenomenal. No entiendo que no lo conozca nadie. Parte de la música psicodélica y garage de finales de los sesenta, y cuidan cada canción al detalle, sin pedantería, pero con un extraordinario mimo artesanal. El disco es de mediados de los ochenta, creo. Pero podría ser tranquilamente de los sesenta.

En mis traducciones, más afasias, anomias e incluso hemiplejías. Suerte que voy rápido, lo cual me anima.

Esta mañana, mientras preparaba mi plato de arroz, he pensado en Lorena, el último y lamentable lío de Francesc. Morena con el pelo muy largo, delgada, narizuda y con la barbilla en forma de bruja, me gustaba llamarle "la gitana". Además tenía una irritante voz grave y con poca tendencia a vocalizar correctamente. La noche que se lió con él parecía haber alcanzado exclusivos privilegios, ya que en los viajes que hicimos en coche corrió a sentarse en el asiento de delante. Esto me molestó especialmente la tercera vez que se me adelantó, y no porque yo disfrute estando ahí, sino por el egoísmo que implica no pensar en si a alguien más le apetece. Por otro lado, me fastidiaba esa clase de prepotencia garrula de "Ahora soy su novia y debo ir a su lado", aunque tampoco se le puede pedir más a una chica de 19 años y sin apenas cultura. Así que desde el asiento de atrás, saqué mi chicle de la boca y lo dejé caer disimuladamente por el respaldo de su asiento. Cuando la dejamos en casa, me di cuenta de que el chicle reinaba con orgullo en su cabeza. Al día siguiente tuve que contener la risa cuando dijo que se había tenido que cortar un mechón largo de cabello, pero no explicó el motivo.

Nuevo bajón anímico mientras trabajo a altas horas de la madrugada. Tengo la ventana completamente abierta a mi lado, y del cielo oscuro de vez en cuando escapa alguna ráfaga de aire. Hace calor.

Me ha dado por recaer en mi pensamiento favorito: que no le gusto a ninguna chica. No soy capaz de suscitar atracción en nadie, mi atractivo físico es nulo, especialmente el de mi rostro. Tengo cara de tonto, una cara grotesca que nadie pensaría en besar. Genero rechazo porque nadie me imagina como posible pareja. Soy consciente de que pensar todo esto es muy negativo, pero a veces me siento extrañamente polarizado y me convenzo de que en realidad es así.

Sé que esta inseguridad y falta de autoestima parten de la adolescencia, y mantengo muy vivos los recuerdos que la provocaron, de los que algún día comentaré algo. Pero no veo la forma de superarla. Me acerco a las chicas en la discoteca convencido de que me van a rechazar porque soy una mierda. Me destrozo en el gimnasio para arreglar en la medida de lo posible el estropicio.

Cuando voy por la playa me da vergüenza enseñar mi cuerpo. Pienso que los demás van a pensar que es ridículo. Un cuerpo en el que he invertido mucho tiempo, muy definido y marcado. Pero no me gusta. Me resulta vomitivo. Y creo que con los demás pasa lo mismo.

Endulzo un poco esta nota con un disco extraordinario que he descubierto no hace mucho: Piknik caleidoscópico, de Los negativos. Sin embargo, como creo en las canciones más que en los discos, mañana hablaré concretamente de una de ellas que me ha impresionado.

Un poco más de trabajo... y a la cama.

Lástima! Hoy no he visto a Jessica en el gimnasio. Estaba su compañero, el monitor Fran Perea, al que llamo así por su obvio parecido con el "actor". Y mañana he quedado con Agustí para ir por la tarde, así que creo que no voy a volver a verla hasta después de sus vacaciones (se va a Cadiz el día 20).

Estoy escribiendo durante un alto en mi trabajo. Me he cansado de afasias de Broca y de lesiones cerebrales que influyen en el lenguaje. Además, hoy estoy llevando un buen ritmo después de una reparadora siesta.

Ayer por la noche volví a reincidir en mi extraña y actual obsesión por Marta. Conocí a esta chica gracias a Peyu, un amigo de Ferran, porque quedamos con él en la discoteca Arena y acudió rodeado de amigas. Enseguida tuve claro mi plan. A una la omití por demasiado alta y guapa y a otra por todo lo contrario. Sólo quedaban dos: una de ellas era Marta. Fui primero a por su amiga, y dado que no me hizo demasiado caso, después lo intenté con Marta. Me sorprendió que en cuanto empecé a hablar con ella, me atrapaba del culo. Estuvo conmigo toda la noche, no me dejó ni un momento, y a mí me hubiese gustado liarme con ella, pero me encontraba tan mal como consecuencia de los cubatas de garrafón que en un momento dado tuve incluso que ir a vomitar al lavabo, así que no me apetecía nada.

Quedamos para el martes siguiente. Me envió los mensajes justos para no quedar como una pesada pero sí para mostrar que pensaba en mí. Y yo empecé a comerme la cabeza. Me daba la impresión de que no me gustaba demasiado y poco a poco se me hacía más difícil la idea de volver a verla. Me resultaba extraño haberle importado tanto a una chica. Y encima no estaba nada mal. Se parecía a Leonor Watling en la gran película Mi vida sin mí.

El día de la cita, le mandé un mensaje por la mañana diciéndole que por motivos de trabajo no podía quedar con ella hasta la semana siguiente. Ella me respondió con el mejor mensaje posible: me dijo que de acuerdo, pero que si en realidad lo que ocurría era que no me apetecía, que se lo dijese, que sinceridad ante todo. Y no la llamé hasta la noche, cuando me inventé una extraña historia sobre que había otra persona en mi vida. Ella incluso me comentó que mi sinceridad decía mucho de mí.

Aquello ocurrió en octubre del año pasado. Y hace poco soñé con Leonor Watling. Fue un sueño erótico, en el que se rodaba una escena en la cama, y ella estaba bajo mi cuerpo completamente desnuda y me era imposible reprimir la excitación. Al despertarme me quedé impresionado e inmediatamente me acordé de Marta y me arrepentí por completo de lo que había hecho. Empecé a mandarle mensajes en los que le decía que la vida a veces te lleva por unos caminos en los que no quieres estar pero que no tienes más remedio que seguir. No me respondió ni uno. Le llamé a las seis de la mañana la noche de San Juan, sin resultado. Borré su móvil porque me sentí avergonzado, y también para que no se me ocurriera volver a hacerlo en un bajo momento de ánimo. Y ahora le he pedido a Ferran que le pregunte a Peyu el e-mail de Marta. No sé si me lo dará, y a pesar de todo no sé si me respondería un hipotético mensaje.

Sólo a mí se me ocurre rechazar a Leonor Watling.

Son casi las dos de la mañana y me he propuesto trabajar al menos durante dos horas antes de irme a la cama, pero acabo de terminar la lectura de un cómic que me ha apasionado y no he podido evitar comentarlo aquí.

Se trata de la edición integral de Taxista, obra de Martí que apareció de manera bastante irregular en la revista Víbora a principios de los ochenta, y que hace poco ha sido reeditada por la editorial Glénat. Me ha encantado su lectura por varios motivos: su estilo de dibujo, de línea muy limpia y ágil, y su forma de planificar las viñetas, muy original y sencilla. Y también por su conseguida estructura narrativa, llena de elipsis y de cortes abruptos en la trama en los momentos de mayor tensión, para retomarlos más adelante, de manera que el lector queda completamente enganchado a lo que se le está explicando. Aparte de todo, los personajes rebosan originalidad, y soy fan de Taxista Cuatroplazas desde ya. Me he quedado con muchas ganas de leer más cosas de Martí, así que supongo que el viernes volveré a dejarme mi pasta en Continuará.

Una canción que me ha marcado estos días: It's only love de The Gurus, un grupo español con un solo disco -que me parece estupendo- de pop sin pretensiones y de honda raíz beatleana, como demuestra la canción de la que estoy hablando. Escucharla es amarla al instante y tenerla enganchada en la cabeza durante días.

En fin! El trabajo me reclama.

Hoy está siendo un día de tremendo bajón anímico. Me he despertado tarde y enseguida he tenido que ponerme con las traducciones, trabajo tedioso y que parece interminable, sobre todo si se trata de webs. A partir del mediodía, desde que he dejado de tener reservas de azúcar en el cuerpo, he empezado a sentirme muy cansado y con sueño. Mientras trabajaba, sin dejar de beber agua, he estado pensando en lo insatisfecho que me siento con mi vida, en todos los niveles. Mi madre ha revelado unas fotos que sacó por vacaciones y me he visto feísimo en todas ellas, excepto una en la que salgo en la piscina de la casa de campo, en una tumbona flotante, que ha captado mi mejor sonrisa. En las demás me veo una extraña cara de retrasado. Identifico mi fealdad con el síndrome de Treacher-Collins.

Me paso el día mirándome las abdominales, perfectamente marcadas, y me pregunto si vale la pena tanto esfuerzo. Cuanto más tiempo invierto en mi cuerpo, menos éxito logro con las chicas y menos oportunidades tengo de dedicarme a otras cosas que me apasionan (escribir, leer). Por las tardes es una tortura estar pensando todo el rato en cañas de chocolate, rebanadas de pan de molde con leche condensada y bocadillos de chorizo con queso. Mi cuerpo ya ha digerido los carbohidratos y me pide más, y yo sólo voy a poder darle una tortilla, un batido de proteínas, una ensalada y pescado. O sea: nada de azúcar.

Se me ha pasado el susto por lo de mi gato Benito. La veterinaria le ha quitado el pus de la herida, la ha desinfectado y le ha puesto alrededor del cuello una campana. Mi gato aún no domina demasiado la técnica para caminar y orientarse con semejante armatoste en la cabeza, pero poco a poco se va acostumbrando. Mientras esperaba con mi madre en el veterinario, ha entrado una mujer mayor y de nulo atractivo junto a una chica cubana que en mi opinión estaba buenísima. Yo iba bien vestido, como siempre, aunque nunca me sirva de nada: mis nuevas zapatillas Puma de color azul, amarillo y negro, unos pirata tejanos Energie, una camisa Benetton blanca de manga larga, arremangada lo justo para darle el necesario toque de informalidad en agosto, y mis Ray-Ban, que no me he quitado de encima aunque ahí dentro no hacían falta, y a pesar de que fuera estaba nublado. Las llevaba por dos motivos: porque sin ellas me siento desprotegido, me da la impresión de que expongo más mi cara de retrasado, y porque creo que quedan bien con la barba de tres días que llevo ahora mismo. Por supuesto, antes de salir me he regado de Polo Blue de Ralph Lauren.

Me hubiera gustado hacerle de todo a esa cubana. Tenía un culo redondo y perfecto, y unos pechos no excesivamente grandes pero tampoco pequeños, absolutamente proporcionados con el resto del cuerpo. Iba vestida con tejanos y camiseta. Su rostro era exótico, y su piel mulata, pero afortunadamente sus facciones estaban mucho más suavizadas que las de la raza negra, porque entonces ni siquiera me habría fijado en ella. Me he dado cuenta de que al principio ella me lanzaba discretas miradas, mientras yo me preguntaba qué haría esta chica en mi pueblo, y la relacionaba con los puticlubs de carretera que lo rodean. No dejaba de hablar con su amiga, la maruja de atractivo cero, que le ha comprado un collar a su perro. He pensado que no me importaría pagar para acostarme con esta chica, sobre todo ahora que estoy tan necesitado de sexo. E inmediatamente me he puesto a pensar en mi probable viaje a Cuba. Uno de los motivos por los que me estaba planteando no ir, aparte de por mis problemas con Francesc, como expliqué ayer, es que inexplicablemente imaginaba a las cubanas como mujeres de agresivas facciones negras. Pero esta chica me ha hecho cambiar de idea. Eyacular en su interior debe de ser un placer de culminación semejante al de finalizar una obra maestra.

Y en fin, ahora unas abdominales y luego a cenar... una maldita ensalada y un insulso pescado. Me doy cuenta de que hoy no he trabajado casi nada. Estoy muy descentrado y no consigo trabajar en los textos mucho tiempo seguido. Mañana intentaré hacerlo mejor. Y con suerte, charlaré un poco con Jessi en el gimnasio por la mañana.